Hoy retomaremos el tema de la comparación entre el agua del grifo y el agua embotellada con el punto, en principio, más favorable para las aguas envasadas: la calidad y la salubridad.
Existe la percepción de que las aguas embotelladas son de una calidad superior a las aguas del grifo probablemente por acción de la publicidad, pero sobre todo por una cuestión de percepción: no saben a cloro y eso las convierte automáticamente en mejores. La mejor prueba de esto son las jarritas filtrantes que se han puesto de moda en los últimos años. Lo único que hacen es, mediante un pequeño filtro de carbón activado, eliminar el sabor a cloro del agua del grifo, y gracias a ello muchas personas ahora usan agua del grifo porque ahora es “buenísima”. Simplemente no sabe a cloro.
La realidad es que, hablando de manera general, ya que hay miles de aguas embotelladas y miles de traídas municipales, los análisis demuestran que no está tan clara esa presunta mayor calidad en la gran mayoría de las aguas embotelladas, pero eso sí, no saben a cloro.
Pongamos un ejemplo sencillo. Pocos son tan expertos en vinos para distinguir tal o cual bodega dentro de una denominación de origen, o tal o cual añada, pero de manera gruesa, si nos dan a elegir entre una botella de albariño o de Rioja y un vino en tetrabrik de 60 céntimos, tendríamos clara nuestra elección. No podemos decir que este último vino no cumpla con los criterios sanitarios para su comercialización, pero su calidad es muy baja.
Con las aguas comerciales ocurre más o menos lo mismo, las hay muy buenas y muy malas, por supuesto todas cumplen unos mínimos sanitarios, pero a partir de ahí hay de todo.
La elección que teníamos tan clara con los vinos ya no la tenemos tan clara con las aguas.
¿Cuál es mejor? ¿La más cara? ¿La más conocida? No siempre la más cara es la mejor en estos temas, ya que las más conocidas por ser de multinacionales tienen una presencia en los medios mayor y dan esa sensación, se venden más caras, pero con los análisis en la mano no son ni de lejos lo mejor que se puede beber.
Por otro lado, si cogemos la botella de agua que tengamos más a mano, veremos que caducará dentro de 2 ó 3 años, eso sin contar que no sabemos cuándo fue envasada. Lo evidente es que esa agua ha sido tratada para poder durar tanto dentro de una botella de plástico, por lo que ya no es igual a la del manantial del que procede tras el proceso industrial al que se ha sometido, pero curiosamente el análisis que nos ponen en letra muy pequeñita en el lateral es el de la fuente natural, que puede ser muy buena, pero no el análisis del agua de la botella, que tras el proceso ya no lo es tanto.
Por último, decir que los controles sanitarios son mucho más exhaustivos en las plantas de tratamiento municipales de las ciudades grandes (de las pequeñas hablaremos otro día) que en las plantas embotelladoras. Los ayuntamientos están obligados por ley a realizar más análisis y controles que las empresas de envasado de agua, que generalmente sólo se ponen las pilas muy de cuando en cuando, cuando les aparece una inspección sanitaria.
Desde Tecnatur empresa de tratamientos de aguas en Galicia, defendemos el uso del agua del grifo por ser de calidad superior a la media de las aguas embotelladas y que con un tratamiento adecuado pueden ser igualmente de alta calidad, seguras para la salud y agradables, sin sabor a cloro.
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